Está desnuda en el baño. Se mira la panza.
Todavía no adelgazó los kilos que subió con el último embarazo. Abre apenas la
puerta y pregunta en voz baja:
-Rubén, ¿las nenas duermen?
-Me parece que sí.
-Fijate, por favor.
-Deben estar dormidas...
-Dale, no seas malo, fijate.
Rubén deja el control remoto en la mesita de luz y se
asoma a la habitación de al lado.
- Están re dormidas… ¿Qué hacés encerrada en el baño?
-Nada…Bajá un poco la tele. Está muy fuerte.
-Juega River, gorda…
-Se van a despertar las nenas, bajala ¿sí?
Vuelca
un poco de crema hidratante en el dorso de la mano y empieza a pasarla por las piernas. La parte
que va desde las rodillas hasta la ingle tiembla como un flan. Se la esparce
por el vientre, la cola, los pechos y los brazos. Lo hace lento, con
delicadeza. Después toma otra crema y se la coloca en el cuello y en la cara. Se
pone en cuclillas y encuentra en el armarito que está debajo de la pileta, el
porta cosméticos. Está lleno de pomos, frasquitos, cajas, pinceles. Elige un
pomo grande, lo destapa y sobre una esponjita triangular vierte una pasta color
beige claro. Se la aplica en la cara y en el cuello, con cuidado. Sobre otra
esponja, pone una pasta más clara y la distribuye sobre las bolsas que tiene debajo de los ojos.
Para hacerlo, se acerca más al espejo. Cuando termina, agarra una paleta de
colores. En ese momento, escucha que Rubén grita un gol.
Piensa en las nenas. Espera un rato y siente los pasos de Rubén en el pasillo.
-Vení a mirar el partido conmigo…-le dice tratando de
asomar la cabeza.
- En un rato….- Marta se ríe y lo empuja hacia afuera.
Rubén regresa a la pieza y se acuesta en la
cama con el control remoto sobre el pecho. Marta toma otra vez la paleta y mancha un pincel con una
sombra azul océano. Se la esparce por el
párpado con suavidad, extendiéndola hacia arriba. Vuelve a manchar el pincel
pero esta vez con una sombra azul eléctrico, la aplica en el párpado, sin
extenderla. Mancha otro pincel con color rojo y se lo aplica en la cuenca del
ojo. Le queda violeta. En el arco de la ceja se coloca un color blanco
brillante.
Suena su
celular.
- Rubén, decí que estoy ocupada, por favor.
A los pocos
segundos, vuelve a escuchar a Rubén en el pasillo. Ella gira el picaporte y él
le pasa el celular por la pequeña abertura que quedó.
-Es tu mamá. Dice que tu viejo está con fiebre.
-Que papá se
quede acostado y que no se levante- le dice Marta a la madre-. Que espere al
médico en la cama. Si le duele la garganta, no sé, dale una pastillita de
menta, un té con miel…
Deja el
celular sobre la tapa del inodoro. Vuelve a mirarse en el espejo. Enseguida
toma un frasco, un pincelito y se delinea, con esmero, los ojos. Después,
comienza a colocarse máscara para pestañas. Hace movimientos lentos. Tiene los
ojos muy abiertos y la cabeza ligeramente elevada. Al finalizar, se inspecciona con detenimiento.
Busca, otra vez, dentro del porta cosméticos y saca una caja chica. Toma una
brocha y se colorea las mejillas con un rubor anaranjado. En mitad del proceso,
escucha lloriquear a la nena más chica. Va a salir del baño pero Rubén está
yendo hacia la pieza. “¿Qué pasa, mi amor? Volvé a acostarte que papá se queda
con vos hasta que te duermas”. Marta sonríe. “No, mamá está en el baño. Dale,
acostate que papá te canta. ¿Qué canción querés? ¿La del osito? Bueno”.
Del gancho de
la puerta, Marta descuelga una bombacha. Es roja con un moñito en la parte de
atrás. Hace equilibrio, pasa una pierna. Hace equilibrio, pasa la otra. La
sube. Es tiro bajo. La panza le queda hecha un acordeón. Del mismo gancho saca un camisón corto, color
turquesa. Los pechos apenas si le entran. Se calza unos zapatos de tacos
enormes.
-Martita, ¿qué hacés todavía en el baño?- le grita
Rubén.
Marta
vuelve a mirarse en el espejo. Se arregla los rulos. Del botiquín, saca un
frasco de perfume. Se pone un poco en las muñecas, en el cuello, detrás de las
orejas, entre los pechos. Guarda el frasco, respira hondo y abre la puerta de
un tirón.