jueves, 25 de julio de 2013

Persecución



Siguieron a la rubia tres cuadras. Caminaba rápido aunque usaba  zapatos de taco alto.  Llevaba una bufanda y guantes azules. Se los vieron justo antes de que el semáforo cortara y ella cruzara la calle como un bólido. La mujer entró a un negocio y los dos la esperaron atrás de un árbol. Salió a los cinco minutos sin ningún paquete. A la mitad de la cuarta cuadra, se le cayó un aro. Cuando se agachó a levantarlo, el viento le hizo remolinos en el pelo. Ella no se lo acomodó, se apuró y dobló la esquina a toda velocidad. Antes de detenerse frente a una casa que parecía abandonada, giró y miró al hombre más joven. Después, entró y dejó la puerta abierta. Él se asomó. Estaba parada en medio de una habitación vacía. La mujer le guiñó un ojo y se hundió en el piso. Él corrió y se quedó mirando el lugar por donde ella había desaparecido. De repente, una mano con guantes azules le tocó un pie. Y él también se hundió. 

                                          

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